Copa Libertadores
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Jueves, 6 de agosto de 2015
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River, campeón de cuerpo y alma Campeón, con fútbol y de prepo, porque nunca se creyó menos que nadie, hasta cuando parecía que estaba por debajo de muchos, en los albores de la copa. Este River va por el fútol como una fiera hambrienta. Ataca, acosa, devora, disfruta. Juega, transpira y festeja. Esa es la secuencia de sus últimos tiempos. No afloja, pide y quiere más.
Llovió mucho en la noche de hoy, como en 1986, año de la primera Copa Libertadores , trofeo que cortó el maleficio de las finales perdidas en 1966 y 1976. Aquella jornada consagratoria en el Monumental, tan destemplada y gloriosa como la de hoy, ponía distancia, daba una vuelta de página en un River que tres años antes, en 1983, casi desciende. Era una resurrección, impulsada por una dirigencia nueva, la que encabezaba Hugo Santilli, y por un director técnico, el "Bambino" Veira, que fue un pionero en lo motivacional antes de que se convirtiera en ciencia.
El destino se hizo circular para River. Casi 30 años después, otro diluvio bendijo en el Monumental la conquista de la tercera Libertadores. Otra entrada al Olimpo para poner tierra sobre la caída a los infiernos que fue el descenso de 2011. Hoy, en la cancha hubo cuatro emblemas que pusieron el hombro en lo que fue la travesía del desierto de la B Nacional: Maidana, Ponzio, Carlos Sánchez y Cavenaghi . Ahora les llegó el momento sublime: el de inclinar levemente la cabeza para que les cuelguen la medalla del campeón. Desde lo más bajo a la cúspide, un viaje futbolístico que tiene mucho de historia de vida.
Si River es campeón de la Libertadores en el Monumental, hay un gol decisivo de su centrodelantero. Este flaco Alario , que aún desconoce varios rincones de la cancha por el poco tiempo que lleva en River, con su pinta de sigiloso cazador en el área es el heredero del Búfalo Funes, el continuador de los goles de Hérnán Crespo en las finales contra América de Cali.
River resolvió la final con mayor amplituud de lo que fue su angustiosa etapa clasificatoria. Porque también aprendió a sufrir, a hacerse fuerte, a ser un campeón de cuerpo y alma.
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