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Torneo 30 Equipos
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Lunes, 7 de septiembre de 2015
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Con Alario, el hincha no sufre tanto por la partida de Cavenaghi  Se ganó todo el crédito con los goles en la Libertadores, pero tras su hat-trick en la goleada ante Nueva Chicago, reafirma su condición de delantero de jerarquía De chico, corría descalzo por las polvorientas canchas con arcos de madera de Cuatro Bocas, en el sur de la provincia de Santiago del Estero. Ahora, lo hace en punta de pie, con sus botines fluorescentes, y enfundado con la camiseta de River. Lucas Alario, el goleador que llegó a Núñez con una lupa puesta en su rodilla derecha, en dos meses es un futbolista que se empecina en escribir capítulos destacados en la historia del club. Con sus resoluciones, dentro del área, los millonarios justificaron la goleada 4-1 sobre Nueva Chicago, un partido que no resultó siempre tan favorable en el desarrollo como lo enseña el marcador. Pero la efectividad del artillero hizo sencillo lo que empezó enredado y cada martillazo suyo sobre el arco de Tauber tuvo un efecto devastador para un rival que intentó emparejar la diferencia de jerarquía con entrega y sacrificio.
Un triunfo aliviador construyó River. Un éxito que lo recompone y hasta ilusiona en ejecutar el asalto final en un campeonato que se le empezó a desdibujar, después de la serie de tres partidos sin victorias que se sucedieron, tras la conquista de la Copa Libertadores y la Suruga Bank. Un festejo que le infla el pecho, lo realimenta de energía, porque el domingo recibirá a Boca, siempre una final, aunque no haya un título en juego. Y fue Alario, el que nació en Tostado, Santa Fe, porque sus padres Abel y Mónica debieron recorrer 50 kilómetros, desde su casa, en suelo santiagueño, quien devolvió la confianza e hizo que las debilidades que se presentaron en las últimas semanas, entre lesiones -Viudez fue desafectado el sábado pasado; Vangioni sufrió un desgarro el jueves pasado- y convocatorias para la doble fecha FIFA. Porque Nueva Chicago, junto con Crucero del Norte, último en la tabla de los promedios, marcó el ritmo en el comienzo: si hasta Masuero estrelló un remate en el travesaño e hizo imaginar una tarde de ensueño para los hinchas en Mataderos.
Ese ímpetu de Nueva Chicago se detuvo con la primera definición de Alario, que tras asistencia de Saviola -participativo en el juego, enseñando una mejor sintonía con sus compañeros-, dominó la pelota con el pecho, le lanzó un sombrero a Masuero y dio la estocada, de derecha. Una muestra de un goleador que derrocha clase y personalidad, la misma que dejó entrever cuando en la previa de las semifinales con Guaraní, de Paraguay, por la Copa Libertadores, el director técnico Gallardo le preguntó si estaba para jugar y él, sin titubear, respondió: "Para eso me trajeron". Fueron los paraguayos quienes le permitieron resaltar su idilio con la red, el que empezó con la camiseta rojinegra de Colón, con quien sufrió un descenso, pero al que también ayudó a levantarse y devolvió a la Primera.
Como el animal que huele la sangre de la presa herida, Alario olfateó que Nueva Chicago estaba aturdido por el resultado y dejó un nuevo sello. Un error de Puch hizo que Pity Martínez recuperara una pelota que se presumía perdida; Pisculichi remató y, tras el rebote de Tauber, el goleador empujó el balón, resolvió con repentización. El descuento, antes del cierre del primer tiempo -Maidana, en contra, después de que Carrasco peinara un córner de Arias- empujó a River a no aflojarse y a Alario a sostener el apetito, su voracidad. En el peor pasaje, cuando Nueva Chicago, lanzado, jugaba con el último aliento por llegar a la igualdad, Pipa paralizó esa reacción con una sutileza: tras pase de Saviola, que dirigió un contraataque, enganchó para su perfil derecho e hizo viajar la pelota al ángulo de Tauber, el arquero que más sufrió al artillero de 22 años: Alario le convirtió 5 veces, dos de ellas con Colón.
El gol de Driussi, estupenda definición, y la expulsión del capitán Lemos, significaron el relleno de un partido en el que todos apuntaron a Alario, el que empezó a escribir su historia con Guaraní y la rubricó con el gol que abrió el camino para superar 3-0 a Tigres, en la final de la Copa Libertadores. Ahora, con su tercera conquista en Mataderos, convirtió el tanto N° 6000 de River en el profesionalismo.
Alario, un goleador que está destinado a dejar una marca, como lo hacía en su pueblo, cuando sus hermanos Diego y Gonzalo lo llevaban a jugar contra rivales que lo doblaban en edad. Una huella que pudo desaparecer cuando su apego a la familia estuvo a punto de hacerlo abandonar todo, aunque ahí Abel, el padre, le habló y le sostuvo el sueño, ese mismo que casi se convierte en pesadilla cuando en la revisión médica se le detectó un problema en la rodilla derecha, que a punto estuvo de hacer caer la operación, por la que River desembolsó 11 millones de pesos, por el 30% del pase, aunque se comprometió a comprar otro porcentaje, en junio de 2016.
"No generamos tanto juego, pero fuimos decisivos por un Alario determinante, con una calidad de ejecución que lo distinguió. Nos estaba faltando terminación y hoy la tuvimos. Es una referencia de área" (Marcelo Gallardo)
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