Mundial de Rugby 2015
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Viernes, 25 de septiembre de 2015
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Los Pumas y su otro orgullo: 100% de sangre albiceleste La Argentina es el único seleccionado del torneo que no tiene foráneos y brega por un cambio en el reglamento; el curioso caso del sudafricano Josh Strauss: fue autorizado a jugar por Escocia sólo tres días antes del debut Cuando Josh Strauss ingresó en la cancha a los 17 minutos del segundo impactó menos por su tupida barba a la moda hipster que por la naturaleza de su debut con la camiseta de Escocia. El sudafricano se había convertido en elegible para jugar en el seleccionado del Cardo sólo tres días antes, a tiempo para jugar el Mundial. Más irregular parece la situación de su ahora "compatriota" John Hardie: jugador de los Highlanders hasta el final de la temporada, llegó a Escocia hace dos meses, jugó dos partidos en los amistosos de preparación y el miércoles, con su omnipresencia, fue una de las figuras en la victoria ante Japón. Oriundo de Nueva Zelanda, se convirtió en elegible gracias a que su abuela es escocesa.
Por extraña que parezca, la situación de Escocia es algo que se repite en los demás equipos del Mundial. En el duelo ante Japón en esta ciudad había 17 extranjeros en la cancha entre los dos equipos y entre los 20 planteles hay un total de 126 jugadores que no nacieron en el país que representan. Sólo un equipo no tiene extranjeros: la Argentina, el único equipo que tiene 100% sangre genuina.
El caso de Escocia relativamente nuevo, pero Japón históricamente se ha nutrido de extranjeros, especialmente neozelandeses. El poderío económico de su liga es un imán para ellos. Hasta el capitán, Michael Leicht, es kiwi, con el atenuante de que llegó a Japón a los 15 años. Siete de los 11 extranjeros que tiene Japón son neozelandeses, incluido Karne Hesketh, el autor del try de la victoria ante Sudáfrica.
Samoa es el mayor importador: tiene 13 extranjeros, todos oriundos de Nueva Zelanda que adoptaron la ciudadanía por tener ascendencia samoana. El caso de los países de las islas del pacífico sur es especial, ya que la migración es constante. Tonga, próximo rival de los Pumas, tiene 12 extranjeros (todos oceánicos), Fiji tiene dos australianos, Nueva Zelanda cuenta con cinco foráneos (todos oceénicos) y Australia tiene siete de nueve extranjeros de las islas. Sin ir más lejos, Quade Cooper, uno de los jugadores más representativos, es de Nueva Zelanda y es recibido con fuertes abucheos cada vez que pisa una cancha de ese país.
Los casos de Inglaterra y Nueva Zelanda son curiosos. No admiten en sus seleccionados jugadores que actúen en ligas del extranjero, privándose de valores como Steffon Armitage o Nick Abendanon los primeros y Luke McAlister o Stephen Donald los segundos, pero no dudan en convocar a extranjeros que juegan en sus ligas para reforzar el equipo, como Brad Barritt (sudafricano) o Waisake Naholo (fijiano), respectivamente.
"¿Por qué los argentinos no contratan jugadores extranjeros?", nos preguntó un taxista neozelandés hace dos meses en Christchurch. "Así tendrían una mejor posibilidad de ganar".
La cuestión va más allá del orgullo. Tener jugadores extranjeros puede ser una solución a corto plazo, pero termina minando el desarrollo del rugby nacional. Algo así le está pasando a Francia. Tiene la liga local más rica del mundo y sus clubes son verdaderas constelaciones que le podrían hacer frente a cualquier seleccionado. Toulon fue tricampeón de Europa con 24 jugadores no franceses en su plantel, por ejemplo. El desenlace fue lógico: el desarrollo de jóvenes mermó y el seleccionado nacional debió recurrir a los extranjeros para no perder competitividad. Desde el fullback Scott Spedding (jugó en el M-20 de Sudáfrica) hasta el pilar neozelandés Uini Atonio (ex M-20 de. Samoa), tiene cuatro importados, sin contar los que seis llegaron de chicos al país provenientes de las colonias.
"Está perfecto que Escocia contrate extranjeros. Si todos lo hacen, ¿por qué nosotros no?", reflexionaba tras la victoria en Kingsholm el periodista del Herald escocés Lewis Stuart. "Está dentro de las reglas. El problema es que las reglas son espantosas".
La Argentina es uno de los países que brega por una modificación en la política de elegibilidad de cada país. En la próxima reunión de regulaciones, se opondrá fuertemente a esta situación e intentará que haya menos flexibilidad. Sin embargo, dada la situación actual, parece no tener consenso en su reclamo. Por lo pronto, se mantiene como el único seleccionado 100% nacional.
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