Según una investigación
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Domingo, 8 de noviembre de 2015
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El queso es tan adictivo como una droga  La situación suele ser, más o menos, ésta: una mesa, una tabla de quesos, un cuchillo y pan tostado. El cuchillo corta el queso, lo lleva al pan y la acción se repite una y otra vez, hasta el infinito. Entonces, aquel que maneja el cuchillo, el queso y el pan sonríe ante el resto de comensales y bromea –con cierta dosis de humor negro–, y dice: 'Esto es droga'. Todo el mundo ríe y alguien suelta el típico '¡anda ya!' y lo cierto es que el queso... tiene algo de droga. Ojo, que no salten las alarmas: nadie está poniendo droga en el queso. La parte lisérgica y psicotrópica de este lácteo está en el efecto de adicción que provoca. Por eso, cada vez que alguien dice que es adicto al queso no está exagerando.
De hecho, está científicamente probado por un estudio que acaba de publicar la Universidad de Michigan –y que ya es parte de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos– y que analiza por qué ciertos alimentos son más adictivos que otros. Los investigadores han trabajado con 500 estudiantes que se han estado alimentando con diferentes ingredientes de una lista conocida como la Escala Yale de la Adicción de la Comida y que mide si alguien tiene una adicción alimenticia.
¿Adivináis qué está en lo más alto de esa lista? Tiene cinco letras y contiene dos 'z'. Sí, pizza. Hay una razón de peso para que así sea, y no, no tiene nada que ver con el extra de pepperoni o de bacon. La clave está en el queso y, en concreto, en uno de sus componentes: la caseína.
Ésta es una proteína que se encuentra en todos los lácteos y que durante la digestión libera un opiáceo llamado casomorfina que causa verdadera adicción en quien la come. Si este elemento se une a que cuanto más procesada y más grasa tiene una comida, más adictiva resulta el resultado es lo más parecido a la droga. Así que, cuando alguien ponga en duda esa adicción tuya al queso y nombre a la glotonería, ya tienes un argumento científico para rebatirlo con propiedad (y para seguir haciendo viajes ilimitados con el cuchillo de ida la plato, pasando por el pan y con destino a tu boca).
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