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Tras la derrota con San Lorenzo
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Jueves, 11 de febrero de 2016
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Boca todavía no pasó de año  Cualquier capital construido al calor del trabajo, en el fútbol argentino puede extinguirse rápidamente. No importa si es justo, simplemente es así. Los defensores de los proyectos a largo plazo quedamos desnudos cuando las decisiones dirigenciales nos confirman con más asiduidad de la esperada, que sin resultados no hay ciclo que se sostenga en el tiempo.
Apenas pasaron algo más de tres meses del 1° de Noviembre, la victoria ante Tigre y la consagración en el torneo pasado. Sin embargo, el espiral negativo de este 2016 ha crecido de tal modo que es necesario cortarlo de raíz de forma inmediata.
Si los partidos del verano tienen una utilidad relativa, dependiendo de las conclusiones que de ellos saquen los técnicos, la acumulación de derrotas estivales sólo le entregó a Arruabarrena dudas, lesiones, indisciplina y un rosario de preocupaciones. Entrar en competencia podía significar un cambio en el nivel y sobre todo en el carácter de sus jugadores, pero nada de esto ocurrió.
Más allá de la cátedra gratuita que dictó Ortigoza, del zurdazo "premium" de Belluschi y el tiro libre "masterclass" de Barrientos, el equipo del Vasco fue incapaz de dar alguna mínima señal que favorezca la idea de recuperación. Es tan cierto que hasta el segundo gol de los de Guede el partido estaba en entredicho, como que a lo largo de los 90 minutos una definición imprecisa de Tevez (emblema del extravío general) y una llegada de Meli tras la única acción positiva de Osvaldo, fueron las únicas situaciones de riesgo.
Pensar en un Boca sin juego con la calidad de recursos con los que cuenta el entrenador es complejo. Pensar en un colectivo sin rebeldía, vacío de alma para rebelarse ante la adversidad asoma directamente como disparatado. Sin embargo, la realidad siempre puede un poco más y ese Boca sin respuestas ni adentro ni afuera del campo, fue el que se bamboleó contra las sogas y luego cayó por nocaut en la última media hora de la noche cordobesa.
Arruabarrena ensayó una línea de tres centrales que sólo logró poner en evidencia las distracciones del Cata Díaz para achicar espacios en simultaneidad con sus compañeros de la última línea. Buscó juntar pases desde el medio y mayor presencia en ataque con los ingresos de Gago y Osvaldo. Luego, comprendió que acumular delanteros no implica ser más ofensivo y jugó su última ficha con Lodeiro. La idea no parecía descabellada. Entre tantas dificultades evidentes la de la generación de juego parece ser medular. A Boca le cuesta construir, se volvió un equipo plano y carente de creatividad para diseñar jugadas. El círculo vicioso hace su trabajo y se expresa en la cancha. No hay confianza ni resultados. No importa el orden de los factores, pero el producto es magro.
Sin un lateral fijo por la derecha, Guede percutió sobre ese terreno fértil que quedaba entre Meli y Díaz y por allí el ciclón sopló a voluntad. El resultado como conclusión puede sonar exagerado, pero la contundencia y el lenguaje corporal entre unos y otros marcaron una diferencia acorde con los números del final.
Dos goles a favor y doce en contra en los últimos seis partidos es un dato al que corresponde prestarle atención. Los clásicos ante River agigantaron los calificativos y la Supercopa Argentina puso en juego un trofeo de mínima relevancia histórica, pero que obligó a buscar un espacio en las vitrinas, que por ahora seguirá vacío. El escaso tiempo para preparar el partido no será un argumento válido. Mucho menos la idea de que el partido no tendría que haberse jugado, por ser el xeneize el monarca de los dos títulos que daban el ticket para llegar al estadio Mario Kempes. Al fin y al cabo con otro absurdo reglamentario y con un gol de Colazo ante Vélez, una ventana que debió permanecer cerrada, un año atrás se abrió para poder jugar la Copa Libertadores.
Arruabarrena analiza el momento y ensaya, aunque el tiempo de las pruebas parece haber quedado atrás. Los jugadores decodifican el mensaje y si bien aportan poco para la causa, la duda que viene de arriba erosiona la confianza individual.
Acertar la tecla justa implica encontrar los nombres que vuelvan al equipo a una idea reconocible. Aunque la gran pregunta es si su predicamento logrará conmover a un vestuario que debe entregar respuestas en breve.
El 2016 no trajo las mejores noticias. El exceso de vacaciones tiene contraindicaciones y algunas están a la vista. Los libros siguen esperando en la repisa y ya acumulan algo de polvo. Aparecieron examinadores rigurosos y ninguno de los parciales, mucho menos "el final", tuvo como respuesta una nota satisfactoria.
Es evidente, Boca todavía no pasó de año.
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