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Torneo de Transición 2016
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Martes, 10 de mayo de 2016
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Por qué el campeonato expulsó y expuso a los equipos grandes del fútbol argentino  Casi como si se tratara de un eslabón perdido entre sus otros compañeros de tribu y el resto de los equipos del torneo, San Lorenzo es el único de los grandes que sostiene las banderas de aquellos que a priori llegaban para pelear un torneo de dimensiones y desarrollo muy "argentino".
Una eliminación prematura en la Copa Libertadores le permitió a Guede evitar el dilema de la elección. Si bien el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, la salida del torneo continental que alimentó intensos rumores acerca de la salud de su proyecto, le permitió a su líder y a la manada concentrar toda la atención en una sola presa.
Un goleador en estado de gracia como Blandi, un delantero desequilibrante como Cerutti, medios mixtos con dinámica, juego y disciplina táctica como Belluschi y Blanco, laterales intensos y agresivos como Buffarini y Más podrían aparecer entre los jugadores predilectos del entrenador. Sin embargo la postal del cuadro de Boedo la definen Ortigoza y Mercier. Siameses futbolísticos desde los tiempos del Argentinos Juniors campeón de Borghi, conforman una dupla que unida se potencia y separada disuelve no solo sus fortalezas sino también las del equipo.
Cuando el técnico intentó retrasar al hombre del seleccionado paraguayo, para utilizarlo como el vértice defensivo del triángulo de medios, su juego de pases filtrados y su fluidez perdió gravitación. El retorno de Mercier luego de probar con Mussis recuperó el sentido armónico del equipo, sus movimientos se hicieron nuevamente naturales y todo volvió a la normalidad. Independientemente del matrimonio por conveniencia que jugador y técnico contrajeron pensando en el bien del equipo, en una decisión inteligente de ambos, y más allá de la semántica, ya no importa si San Lorenzo es un equipo más o menos insoportable. Guede dejó de lado su ego y comprendió que el equipo puede representar su idea y su búsqueda sin ser dogmático. Tiene un gran plantel, su equipo resulta confiable, competitivo y sabe a qué juega.
De los cinco grandes del buen humor, Independiente fue el que casi no despertó sonrisas. Abocado exclusivamente al Torneo Transición, con un plantel larguísimo para competir en un plano unidimensional, los cambios permanentes de nombres y esquemas, la caída de tensión evidente en el nivel de algunas individualidades (Martín Benítez es el mejor ejemplo) y cierto extravío de Pellegrino a la hora de elegir el norte, hicieron sino naufragar al barco, perder la dirección al punto de sentir por estas horas el inconfundible perfume del fin de ciclo.
Boca, Racing y River privilegiaron la lucha continental, pero los vaivenes del camino tampoco los ayudaron a competir en el ámbito local con gran ahínco.
Guillermo tomó su caballo a mitad del río y al tiempo de definir la táctica de su equipo, también definió la estrategia institucional. Todo a la Copa y el "bonus track" a los dos clásicos. Está entre los ocho mejores de América, empató ambos juegos en los clásicos y con soldados calificados caídos que le destruyeron la trinchera del mediocampo (Gago, Cubas, Lodeiro) igual está la convicción de que va a presentar batalla. Llegar a semifinales implicaría recuperar nombres, ganar tiempo y pensar en algunas caras nuevas.
Sava nunca pudo terminar de amalgamar su idea. Heredando un ciclo tan exitoso como el de Cocca, su "feeling" con la gente permitió tiempos de espera y paciencia lógicas para un comienzo de ciclo. Nunca se ilusionó puertas adentro y fronteras afuera se quedó con un sabor amargo tras ser eliminado ante Atlético Mineiro. Tuvo todo para avanzar pero la falta de definición fue su pecado capital.
Por último, River deberá comenzar su refundación futbolística. Ya sin casi nada del campeón de América no solo los jugadores, sino también Gallardo deberán recuperar un plan de juego que lo haga reconocible. Hoy es un híbrido que se pasea entre la nostalgia y el dolor de "ya no ser", la evaluación de los nombres que quedarán a futuro y las caras nuevas que podrían llegar para levantar la puntería en la elección de refuerzos, el único lunar negro y evidente de la conducción actual.
Será del Lanús de ritmo arrollador que Almirón con buen tino apenas retocó de la herencia recibida, del Ciclón o del valiente Godoy Cruz de Sebastián Méndez, que sorprende desde el silencio. Todos procesos incipientes que comenzaron a principios de año y que supieron interpretar como pasar de la maratón de 42 de 2015 a esta carrera corta conformada por sólo 16 estaciones. Igual que Atlético Tucumán o Estudiantes de excelentes campañas que podrían derivar en una dulce clasificación para la Libertadores de 2017. Lo cierto es que a la mayoría de los grandes el tren jamás los invitó a subir. El campeonato los expulsó hace rato. O los expuso. A esta altura da lo mismo.
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