Economía Personal
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Lunes, 20 de julio de 2015
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El exitoso plan de una canadiense para vivir con la mitad de sus ingresos Cuando se le preguntó por qué arrastraba una deuda de unos 25.000 dólares canadienses (19.800 dólares estadounidenses), Cait Flanders no supo qué responder. "No tengo respuesta –aseguró a la revista Forbes—. Solo vivía con un estilo de vida que no podía permitirme". Esta mujer que recién cumplió 30 años y vive dedicada a escribir artículos sobre finanzas desde Vancouver, decidió tomar una drástica medida de austeridad para sanear su economía personal: viviría con apenas el 51% de sus ingresos.
Para lograrlo, Flanders tomó en cuenta de dónde provenían sus gastos principales y empezó a prescindir de una serie de placeres, o de lo que en una época consideró importante. “Si mis amigos iban a cenar afuera –puntualiza la joven-, yo no quería decir que no. Así que si aquello significaba incluso salir a cenar todos los días de la semana, también decía que sí.” A partir de 2011 Flanders empezó a adherirse a un duro plan. “Había dos cosas que yo sabía que tenía que dejar de comprar”, explica. A pesar de su hábito de comprarse a diario 4 o 5 vasos de café, precisamente por el gasto que significaba y por la regularidad de esta actividad, la joven tomó la decisión de suprimirlo.
En lugar de hacerlo ella misma en casa, Flanders siempre supuso que adquirirlo en el sitio más cercano, en las mañanas, al salir para el trabajo, le permitiría ganar tiempo. Pero en realidad no siempre era así. Para colmo, cuando iba al supermercado también solía acompañar su compra con un café con leche. El otro renglón que redujo al máximo fue el de la compra de libros. "Tenía 50 libros que no había leído, y sin embargo constantemente seguía comprando más”, explica. Lo peor era que en ciertas superficies de venta online, cuando uno gasta más de 25 dólares queda eximido de pagar el envío, por lo que Cait optaba por emplear esa suma en otro libro por comprar. Casi flaquea, sin embargo, cuando tuvo la opción de comprar un e-reader por 40 o 50 dólares, en lugar de los 100 que suelen costar. Al final lo adquirió, pero ya cinco minutos más tarde se preguntaba a sí misma qué había hecho, por lo que decidió cancelar la orden. “Y entonces me di cuenta de que casi no uso mi e-reader”, concluye. Desde entonces suele acudir a la biblioteca y tomar prestado los tomos que le interesan. Y luego vinieron otras medidas de austeridad: suprimir desde el esmalte para las uñas, las velas, las libretas, las revistas, hasta los electrodomésticos. Excepto dos o tres cosas que sí necesitaba imperiosamente, Flandes decidió no adquirir ningún tipo de ropa. "Realicé un conteo masivo y me di cuenta de la cantidad de cosas que nunca he usado”, aclara. “Así que me desafié a mí misma a vivir con muy poco”. En paralelo, la canadiense abrió un blog titulado Blonde on a Budget, una especie de bitácora donde sigue relatando el día a día de su experimento. Ahora, con alrededor de 30.000 lectores, Cait aconseja a quienes desde cualquier parte del planeta quieren seguir sus pasos. Una de las lecciones de su experiencia es un alegato contra el consumo improcedente y mecánico. Un día Cait abrió sus armarios y cayó en la cuenta de que estaban atestados de “basura”. “Estaba consumiendo por el simple hecho de consumir –prosigue-. Y me dije: ‘Tengo que dejar de comprar y empezar a utilizar solo lo que ya poseo’” En tan solo un verano se deshizo del 43% de sus pertenencias, una cifra que considera acertada a partir del inventario que ella misma hizo de todos los objetos con los que convivía. Para completar su plan de “higienización”, Cait plantó su propio huerto de hortalizas en el patio de su casa y empezó a fabricar sus productos de limpieza a partir de vinagre, limón y bicarbonato de sodio.
“Tenía treintipico de plumas –recuerda-, y como utilizo unas tres al año, entendí que tenía 10 años de plumas acumuladas. Así que las doné a una de esas organizaciones benéficas que las entrega a las escuelas”. De manera que su divisa en cuanto a los objetos acumulados era una sola: "’¿Cuándo fue la última vez que usé esto?’ ‘¿Estoy realmente segura de que utilizaré esto en los próximos dos meses?’ Si no era así, pues a salir de él.” Un mes más tarde (y hoy hace un año), comenzó su prohibición comercial de 12 meses. Durante ese período, se deshizo del 70% de sus cosas, vivió con apenas el 51% de sus ingresos (28,000 dólares CAD, 22,000 dólares USD), ahorró el 31% (alrededor de 17.000 dólares CAD, 13.500 dólares USD) y viajó con el último 18% (costo total de los viajes: un poco menos de 10,000 dólares CAD; 8,000 dólares USD). De acuerdo con un reporte reciente, en el primer año Cait saldó 10.000 dólares de su deuda; al finalizar el segundo año ya había liquidado otros 11.000 dólares; por lo que el 21 de mayo de 2013 podía declararse completamente libre de deudas. Curiosamente, para alguien adaptado a salir a beber y a comer con sus amigos, la respuesta de estos fue favorable. “No tuve problemas cuando le dije a la gente 'Vamos a hacer algo en tu casa’ o ‘Hagamos una barbacoa’ –aclara Cait. "Una vez que les hablas de tu proyecto, es sorprendente cuántas personas están de acuerdo contigo, porque, honestamente, la mayoría de la gente no puede salir tanto como ellos piensan que pueden. Ellos también se dicen ‘claro, esto costaría cinco o diez dólares, en lugar de treinta’. Sólo cambió la forma en que me reunía con mis amigos: nos tomábamos un café o simplemente caminábamos juntos.” Además de prohibirse a sí misma compras de ropas y objetos, Cait Flandes decidió seguir viviendo con el 50% de sus ingresos, por lo que ahora mismo considera que “cómodamente”, con 2.000 dólares canadienses (1,600 dólares USD) al mes, puede tener “una vida muy plena y rica”. “En estos momentos –concluye Cait- me siento como la mejor versión de mí misma. Al deshacerme de muchas cosas y dejar de comprar otras, he llegado a enfrentarme con lo que soy como persona. Y estoy muy a gusto conmigo misma.”
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