Copa Libertadores
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Lunes, 20 de julio de 2015
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Gallardo: el técnico que desea repetir aquella historia de jugador Campeón con River de la Copa Libertadores en 1996, el Muñeco se ilusiona con levantar el trofeo como entrenador; mañana, frente a Guaraní, buscará sellar el pase a la final Ahí está, con un look diferente, pero ilusionado con repetir aquella historia que tuvo un desenlace feliz. Pasaron 19 años, por entonces Marcelo Gallardo era un joven talento que crecía a la sombra de Enzo Francescoli y Ariel Ortega, las piezas desequilibrantes y de experiencia de aquel modelo que escribió páginas de gloria en River, ganador de la Copa Libertadores de 1996. Mañana, en Asunción, frente a Guaraní, los millonarios tendrán la oportunidad de sellar la clasificación a la final del máximo certamen continental de clubes, y el Muñeco estará nuevamente presente. Desde otro lugar, porque el futbolista le dio espacio al técnico, aunque hay una característica que se repite en los dos ciclos: la estrategia. Con pantalones cortos o con el buzo de entrenador, Gallardo fue un cerebro dentro de los grupos. Siempre observó un poco más lejos que el resto, porque cuestionaba y preguntaba para entender las razones que motivaban a un director técnico a tomar ciertas decisiones. Ahora, intenta equivocarse lo menos posible, aunque resalta que "me equivocaré y recontraequivocaré toda mi vida, pero me esfuerzo para que esos errores se vayan limitando".
Cuando asumió para reemplazar a Ramón Díaz, el 6 de junio del año pasado, Gallardo ya entendía que la Copa Libertadores sería la gran cita. No se desentendió del torneo local -fue subcampeón-, de la Copa Argentina y mucho menos de la Copa Sudamericana, título que levantó frente a Nacional, de Medellín, una conquista que terminó con la sequía internacional de los millonarios, que llevaba 17 años. "La Copa es un desafío, porque en la historia nos fue esquiva muchas veces, más allá de que se ganó en dos oportunidades. Por eso cada vez que se juega se genera entusiasmo, expectativa", comenta el director técnico, cuando se lo consulta por el significado del trofeo para los millonarios.
Las semifinales de la Copa Libertadores fueron una materia que le dejó un sabor amargo en sus años de futbolista, porque quitando la de 1996, cuando River eliminó a Universidad de Chile y más tarde levantó el trofeo frente a América de Cali, en las restantes cinco participaciones se retiró vencido. "En 2004 y 2005 River tuvo muy buenos equipos, pero no se nos dio", recuerda. La de 2004 lo tuvo como un protagonista negativo, expulsado frente a Boca, en la Bombonera; al año siguiente, San Pablo impuso sus condiciones ante el equipo que dirigía Leonardo Astrada. Pero su relación con esta instancia de definición empezó en 1995, cuando Atlético Nacional ganó por penales; en 1998 y 1999, Vasco da Gama y Palmeiras fueron los vencedores. "Yo ya no juego más, las espinas me las podía haber sacado cuando participaba desde otro lugar. Ahora tengo otra cabeza, tengo que aportar con otras responsabilidades", dice Gallardo, desmarcándose de aquellos registros, enseñando su nueva función.
Si el mata-mata lo dejó herido cuando jugaba, las definiciones mano a mano resultan una especialidad como entrenador. Los números lo avalan. El Muñeco se graduó en las series de la Copa Sudamericana del año pasado, donde ganó seis encuentros y empató dos; la Copa Libertadores fue un suplicio en la etapa de grupos, pero el panorama se aclaró a partir de los octavos de final: eliminó a Boca, luego a Cruzeiro -el único que logró arrebatarle un partido-; ahora viajó a Paraguay y pretende finalizar la tarea con Guaraní. "Fuimos el peor de todos los clasificados, entramos por la ventana, pero ahora nos van a tener que aguantar", decía confiado, después de quitarse un pesado lastre y avizorando que lo mejor estaba por venir.
Con la receta que imaginó desde los días de futbolista, esa que entremezcla dosis de esfuerzo, táctica y fútbol para derribar obstáculos, Gallardo conduce a River a reconquistar un trofeo que el Muñeco ya tuvo alguna vez en sus manos.
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