Eliminatorias Rusia 2018
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Miércoles, 16 de noviembre de 2016
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La Argentina y un triunfo liberador, con el sello del que piensa más rápido de todos El seleccionado se impuso con un magnífico tiro libre y dos asistencias de Messi para Pratto y Di María; el equipo de Bauza mejoró su imagen y queda en puestos de repechaje con seis fechas por delante. Sana el corazón, se desanudan la piernas, pero, sobre todo, se libera la mente. Si por algo precisaba la victoria la Argentina, justamente, era por esa cabeza que no dormía, que siempre escuchaba de fondo un tic-tac enloquecedor. Por ese bloqueo que los mismos jugadores reconocieron días atrás y que trajo rabietas, dudas, versiones y replanteos. Había que desactivarlo con urgencia, pero con ideas. Y si de cerebro se trata, el seleccionado de Bauza fue rescatado otra vez por el que piensa más rápido que todos. La victoria vale doble también por Lionel Messi. No porque se dudara de su convicción o de su apetito deportivo, sino porque partidos como el de anoche sirven para alimentar su ingenio. En el próximo, seguramente, tratará de encontrar una solución distinta o un recurso innovador. Y el instinto de superación del N° 10 hace a todos mejores.
De Messi parece estar todo dicho y que cualquier conclusión caerá en el cesto de los lugares comunes. Esta vez no podrá obviarse que el enojo también se vuelve un combustible para él. El propio, por un equipo que parecía errante, y el colectivo, por muchos de sus compañeros y amigos cuestionados con ferocidad, como Di María, al que anoche le cedió el tercer gol. Así, todo nace de sus pies por un motivo u otro. Lo de la dependencia ya se vuelve otro tema remanido, pero para no olvidar en un capítulo futuro. Ahora queda la victoria, fundamental en el ánimo y en el momento justo. Porque, a no dudarlo, la Argentina caminaba por un desfiladero.
Colombia siempre aparece en el horizonte cuando la Argentina necesita reinventarse. Fue un par de veces en Barranquilla donde el conjunto celeste y blanco se limpió el polvo del piso y se levantó. Fue anoche ante el mismo adversario cuando se reencontró con un triunfo del simbolismo del agua en medio de la arena caliente. Eso sí: creer que mágicamente ya se encontraron todas las soluciones sería la peor equivocación para un conjunto al que no le sienta bien ladearse con los sentimientos exagerados. Bien aprovechado y calificado en su justa medida, el 3-0 puede dejarle algunas enseñanzas a simple vista.
El triunfo lo liberó porque ahora tendrá otro plazo para acomodar el proyecto. No hubiera sido posible de otra manera, porque ya se empezaba a dudar de la continuidad de Bauza, un entrenador mirado de reojo desde su designación. De repente, cuando empieza despedirse 2016, otro año en el que pasó de todo en el fútbol argentino, el seleccionado estuvo al filo de brindar fuera de los puestos que otorgan lugares para el Mundial de Rusia, con toda la carga emotiva que ello habría implicado. Una presión insoportable se habría trasladado a la llave de marzo, cuando sin escalas se retomará la actividad en las eliminatorias. Casi sin darse cuenta, el conjunto celeste y blanco había pasado de ser idolatrado a tratado con indiferencia. O más: a caer antipático por lo poco que generaba dentro del campo y por lo distante que a veces se mostraba fuera de él. No es un borrón, pero sí una gran oportunidad de cambio.
La situación se descomprimió con un 2-0 (algo exagerado) en el primer tiempo. El tema pudo haberse vuelto tenso si con el transcurrir de los minutos no llegaba la apertura. Messi fue la válvula de escape con un golazo de tiro libre, como si se estuviera redimiendo de la pegada ineficaz que enseñó en Belo Horizonte, con Brasil, y una asistencia con su sello distintivo para que Pratto engorde sus números, que se precian contundentes: dos goles en tres juegos. En la inclusión del delantero de Atlético Mineiro estará otra de las enseñanzas: algunas veces, el recambio puede ser positivo. Pratto dejó en claro que no le hace falta jugar en Europa para convertirse en una pieza importante en el seleccionado.
La victoria tuvo un efecto refrescante para empezar a encontrar las respuestas definitivas a las preguntas con trampa en las que siempre cae la Argentina. Eso sí: habrá que resolverlas para 2017. ¿Por qué no se puede armar una estructura para que Messi no tenga que hacerlo todo? ¿Por qué en Europa los goleadores son gigantes y con la celeste y blanca parecen hormigas? ¿Por qué son titulares los que no tienen continuidad? ¿Por qué no se oxigena el conjunto con más representantes del fútbol local? Transcurren los años, pasan los técnicos y los interrogantes más o menos son los mismos. La preocupante clave es ésa: transcurren los años.
El dato más sincero decía que hasta anoche la Argentina convivía con el sufrimiento. Tanto que se desvivía por los resultados ajenos -por la tarde fue un alivio la derrota de Paraguay, por ejemplo- como por los propios. Este partido puede ser la oportunidad para despegarse de todo lo que le parecía tóxico en su búsqueda. Messi lo demostró en cada jugada que reflejó su inspiración o en la que se raspó las piernas al servicio colectivo.
Era un equipo que necesitaba hacer las paces consigo mismo. Con nadie más, por más que en los últimos tiempos todo sonaba irritante a su alrededor. La Argentina precisaba, casi rogaba, salir del sexto lugar, una plaza en rojo, valga el juego de palabras para sentir que la verdadera Plaza Roja está ciertamente un poco más cerca. Y, sí, lo está, porque con la mentalidad de Messi todo está más cerca.
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