Boca
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Lunes, 28 de noviembre de 2016
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Y un día, Boca volvió a jugar con un número cinco El dilema estaba planteado antes del partido ante San Lorenzo, el primer clásico de este torneo de Primera División que afrontaría Boca Juniors. Y no eran pocas las dudas que cruzaban el Mundo Boca, y que por lo visto alcanzaron como flechas al entrenador Guillermo Barros Schelotto: no es lo mismo jugar con un cinco clásico, de raza, y dos volantes que acompañen por los costados, que jugar con un "doble cinco", de los cuales ninguno es cinco. El Mellizo esta vez fue receptivo. Entre el viernes y el sábado decidió confiar en el viejo oficio de Fernando Gago -con quien jugó en Boca cuando el ex Real Madrid apareció en Primera- para volver a un esquema en el cual el mediocampo, cuando defiende, sea el filtro que toda defensa necesita para no tener que padecer a los atacantes rivales. El triunfo por 2-1 ante el conjunto de Boedo de visitante habla del acierto de esa elección.
Por más falto de ritmo que esté tras la lesión en el tendón de Aquiles que lo alejó siete meses de las canchas, Gago demostró que le sobra paño histórico para volver a mostrar las virtudes que lo llevaron a jugar en Europa cuando era un joven de 20 años. La pelota en sus pies siempre encontró un destino correcto, y con el tiempo justo: rápido cuando la jugada lo requería, pausado cuando Boca necesitó tomar resuello y pensar.
La presencia de un "cinco" clásico le permitió entonces al falso "doble cinco" anterior (Pablo Pérez y Rodrigo Bentancur) aportar recursos que hasta la fecha anterior no podían mostrar, ya que las tareas que les encomendaba el DT eran las de tratar de marcar y recuperar la pelota. Pero dos cocinas no cumplen jamás la función de una heladera faltante. Cada cosa en su lugar, de tan simple, a veces parece algo imposible de entender y aplicar.
Así, Pablo Pérez pudo desprenderse del medio y hasta pasar al ataque -pudo haber convertido el tercer gol xeneize, la sacó Caruzzo casi en la línea- y el juvenil uruguayo aportó dinámica y tranco largo para sumarse al ataque en varios pasajes del partido. Y nunca descuidaron la tarea de volantear a los costados de Gago. Por eso San Lorenzo no pudo crear muchas jugadas de real peligro. Por eso Boca fue un equipo más equilibrado.
Sin embargo, fueron varios meses -desde la llegada del actual cuerpo técnico- y varios partidos en los cuales Boca padeció y perdió cosas importantes de la mano de un esquema a contramano de la historia futbolera xeneize: un cinco que recupere, ordene, tenga mando y sepa manejar los tiempos del equipo.
Con Gago lesionado, el reemplazante era Adrián Cubas, un juvenil que pedía pista desde el año pasado y que había mostrado las uñas en varios partidos destacados. Pero en los partidos definitorios (y perdidos) ante Independiente del Valle por la Copa Libertadores, Guillermo no lo respaldó y el pibe misionero hoy juega en la reserva.
Después llegaron los colombianos Sebastián Pérez (más apto para el primer pase que para la marca) y Wilmar Barrios, ambos jugadores de la selección de su país, quienes tampoco fueron promovidos por el DT, salvo unos pocos minutos casa uno. Boca seguía mostrando graves fisuras en el medio y hubo rivales que tuvieron la pelota por largos lapsos, sin que el problema fuera solucionado.
La presencia de un Gago sobrio y cumplidor, con pinceladas de la elegancia de otros tiempos, mostró el domingo que lo que el equipo necesitaba era un "cinco". Que no será seguramente la solución a todos los problemas, pero que con sólo ordenar lo esencial se podía volver a sonreir de visitante. Y nada menos que contra San Lorenzo, esa kriptonita que se activa siempre ante una camiseta azul y oro.
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